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Por Publicado el: 22/02/2016Categorías: Crítica

THE TURN OF THE SCREW: original visión de Guth

THE TURN OF THE SCREW (B. BRITTEN)

Una original visión de Guth

Berlín Staatsoper en el Teatro Schiller. 20 Febrero 2016..

Tanto Le Vin Herbé como The Turn of the Screw son óperas que requieren orquestas muy reducidas. En el caso de la ópera de Frank Martin no son sino 7 instrumentos de cuerda y un piano, mientras que en la de Benjamín Britten la orquesta está formada por 12 músicos, además de un piano. Sin duda las reducidas orquestas han sido la razón fundamental para su programación en estas fechas, ya que la Staatskepelle Berlín y su director Daniel Barenboim se encuentran en gira por Japón.

Hemos asistido a una muy interesante representación de esta ópera de Benjamín Britten, basada en una original producción escénica, acompañada de una notable prestación musical, quedando por debajo el aspecto vocal.

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Escena

Esta producción de Claus Guth se estrenó en este teatro en Noviembre de 2014, reponiéndose ahora por primera vez. El regista alemán es uno de los más imaginativos que circulan por los teatros en la actualidad y sus puestas en escena siempre tienen interés, aunque sean muy discutibles en muchas ocasiones. La visión que nos ofrece de la ópera de Britten no puede ser más original y muy bien desarrollada. Aquí nadie es lo que parece o, si prefieren, lo que hemos visto tanta veces. La Institutriz, la protagonista de la ópera, es un ser totalmente desequilibrado, con notables problemas sexuales, y es la única que ve fantasmas donde no los hay. Para ello Claus Guth hace que tanto Peter Quint como Miss Jessel no aparezcan nunca en escena, cantando en interno, resultando muy bien conseguidas estas alucinaciones de la protagonista. Mrs. Grose es un personaje extraño, también con tendencias sexuales desviadas y aficionada al alcohol. En cuanto a los niños, son menos infantiles de lo habitual, siendo dos adolescentes, aunque la Institutriz los ve como niños. De hecho, Miles no lo canta un niño sino un contratenor. Los desequilibrios mentales de la Institutriz hacen que la obra acabe con la muerte de Miles a manos suyas, mientras ella tranquilamente cena al caer el telón.

La escenografía es obra de Christian Schmidt, consistente en un escenario giratorio, donde se presentan las distintas habitaciones de la mansión de Bly, siempre en tonos rojos, dejando en todos los casos un espacio vacío, limitado por paredes y puertas, Adecuado y atractivo el vestuario del mismo Christian Schmidt, traído a tiempos modernos. Buena la iluminación de Sebastian Alphons. En resumen, se trata de una visión original por parte de Claus Guth, muy bien resuelta, que se sigue con interés, aunque la cosa pueda chirriar de vez en cuando.

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Escena

A destacar la dirección musical de Christopher Moulds, que ha sustituido en el podio a Ivor Bolton, que fue quien dirigió la ópera en su estreno hace algo más de un año. La dirección de Christopher Moulds ha tenido siempre tensión e interés, muy adecuada para la ópera y para la visión de la dirección escénica, obteniendo una más que notable prestación de la reducida Staatskapelle Berlín.

La protagonista era la soprano americana Emma Bell, que resultó una Governess convincente en escena y menos vocalmente, al menos para mi gusto. Su composición del personaje y su prestación vocal fueron excesivamente dramáticas. A mi el personaje de la Institutriz me parece más complejo y prefiero una interpretación más matizada en todos los órdenes, incluido el vocal. Por otra parte, recordaba su voz con un timbre más atractivo que el que ahora ofrece.

Mrs. Grose fue interpretada por la veterana irlandesa Ann Murray, a quien he encontrado en un estado vocal mejor del que puede esperarse de una cantante de su edad (66). Su interpretación fue convincente.

Como digo, los niños no lo eran tanto, sino más bien unos jóvenes haciendo de niños, lo que hicieron muy bien. Flora era la soprano portuguesa Sonia Grané, habitual en los repartos de la Staatsoper y que lo hizo muy bien. En cuanto a Miles, su intérprete no era un niño, sino el contratenor Thomas Lichtenecker, lo que resulta mucho más adecuado a la visión que ofrece Claus Guth..

El resto de personajes cantan en interno, ya que no son sino alucinaciones de la Institutriz. Eran Richard Croft, a quien solo se le ve en escena en el prólogo, y Anna Samuil en la parte de Miss Jessel. Los dos lo hicieron bien.

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Escena

El Teatro Schiller ofrecía una entrada que no llegaría a los 2/3 de su aforo. El público dedicó una cálida acogida a los artistas, especialmente a Christopher Moulds.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 1 hora y 47 minutos, sin interrupción. Siete minutos de aplausos.

La localidad más cara costaba 70 euros, siendo el precio de la entrada más barata de 22 euros. José M. Irurzun

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