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Un “Simon Boccanegra” de antología
Los nombres no bastan
Por Publicado el: 01/01/2009Categorías: Crítica

AUTORIDAD Y BUEN HUMOR

AUTORIDAD Y BUEN HUMOR

Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena
Obras de Johan STRAUSS (padre e hijo), Josef STRAUSS y Josef HELLMESBERGER. Orquesta Filarmónica de Viena. Director: Daniel Barenboim. 1 de enero de 2009, Goldene Saal, Musikverein, Viena

Georges Prêtre no había dejado las cosas fáciles en 2008 para quien viniera a relevar al veterano director francés en el concierto más visto/oído del planeta: el octogenario maestro había mostrado una “vieneseidad” inusitada –pero no insospechada- a la hora de “marcar el 3/4”, que es, a la postre, lo de menos en tal jornada ( lo de “más” es cuajar ese estilo único, mixtura de populismo y prosapia, que es el del Vals vienés de los Strauss y aledaños). Daniel Barenboim, en su presentación en el Concierto de Año Nuevo, ha sorprendido a muchos por su “bis” cómica –para algunos excesiva o exagerada, para otros perfectamente acorde con el espíritu festivo de la sesión-, pero no ha deparado confusiones a la hora de manifestar su hondura de pensamiento musical y su elegante estilo interpretativo: páginas como la extraordinaria introducción de “Música de las esferas” de Josef Strauss, todo el conjunto de “Rosas del Sur” o las tres páginas (Obertura, Marcha y Vals) vinculadas a la opereta “El barón gitano” demostraron que el músico argentino-español es capaz de avecindar a los Strauss con Bruckner, Mahler o Brahms; en el caso de los dos últimos, tal cosa guardaba plena coherencia con la admiración que ambos tuvieron por el autor del “Danubio azul”. Barenboim hizo exquisiteces orquestales con piezas como el simpático “Vals español” de Hellmesberger, los “Cuentos de Oriente” o la misma obertura de “Una noche en Venecia” de Strauss hijo. Sin embargo dio la sensación de sentir menos interés, por ejemplo, por páginas tan multitudinarias como el citado “Danubio”, la “Annen-Polka”o “Bajo truenos y relámpagos”, y no porque necesitara fijar la vista en los pentagramas, ya que su privilegiada memoria le hizo dirigir sin partitura las 19 composiciones del programa.
Como el “Gag” más sonado era de campeonato –sacar de escena a toda la orquesta y hacerla entrar de nuevo-, se obviaron bromas habituales en los “Años Nuevos” de la Filarmónica, como la aparición rifle en mano de un instrumentista vestido de cazador en “Balas libres” o la llegada de otro músico ataviado de cartero en “Correo urgente”, humoradas bien conocidas por los espectadores experimentados del concierto. Barenboim pactó con la orquesta la inclusión del Finale de la “Sinfonia de los adioses” de Haydn, en donde, a exacta indicación de la partitura, los instrumentistas deben ir abandonando sus puestos y atriles hasta dejar solo al director. Los Filarmónicos siguieron el juego con justeza y garbo, y Barenboim hizo una exhibición de comicidad gestual, que, con todo, fue más contenida en la mañana del día 1 que el “Concierto de San Silvestre” que se brinda en la noche del 31 de diciembre, en donde siguió y persiguió a algunos de los solistas y simuló que trataba de retener a algunos de ellos: la “versión” fue más comedida, pero no menos inefable, en la sesión del 1 de enero. Inmediatamente después, el artista se revistió de autoridad estética y moral al pedir para el 2009 “paz en el mundo y justicia humana en Oriente medio”. Su paso por el “Neujahr Konzert” provocó todo, menos indiferencia.

José Luis Pérez de Arteaga

*** *** ***

Pero, ¿a dónde va usted?

El mayor problema para el realizador británico Brian Large, el hombre que más veces ha plasmado en imágenes para la televisión el “Concierto de Año nuevo”, y sus no menos de 60 técnicos, incluidos los 14 cámaras en la sala más las envolventes “cabezas calientes” con grúa móvil manejadas por ordenador, fue coordinar la salida progresiva de los profesores de la orquesta durante el último tiempo de la “Sinfonía 45”de Haydn –los “adioses” con los que el compositor quiso manifestar a su patrón, el Príncipe Esterházy, que las vacaciones campestres se habían prolongado en exceso y se debía volver a casa-, y, desde luego, controlar a Daniel Barenboim en sus estudiadas manifestaciones de estupor o rechazo a medida que se iba quedando sin orquesta a la qué dirigir. Tras en el ensayo general y, sobre todo, tras el “Sylvester-Konzert” de la noche del 31 de diciembre, Large pidió a su viejo amigo –han trabajado juntos en innúmeras producciones de TV o DVD- que abandonara el podio lo menos posible y, sobre todo, que no saliera del centro del escenario, porque las cámaras se solapaban y cruzaban a la hora de seguir sus evoluciones y las de los músicos. Barenboim le hizo caso con exactitud en la interpretación matinal del día 1.

JLPA

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