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Por Publicado el: 23/02/2020Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Cancelaciones y avisos artísticos

Cancelaciones y avisos artísticos

Que las cosas cambian es un hecho. También en música. Y, con frecuencia, no para mejor. Un ejemplo de esto lo tenemos en los fenómenos de las “cancelaciones” y los “avisos de indisposición”.

Nos vamos acostumbrando cada vez más a que, justo antes de un espectáculo, se escuche una voz o aparezca alguien en el escenario para informarnos que fulano de tal padece un “no se qué” pero que, a pesar de todo, actuará. Muy recientemente ha sucedido con un conocido tenor al que me referiré posteriormente.

Hace años directores de orquesta como Karajan o Abbado se negaban con mucha frecuencia a que quienes trabajaban con ellos se refugiasen en ese tipo de avisos. Célebre fue el caso de el inolvidable “Viaje a Reims” de Abbado en Pésaro. Una de las sopranos, Katia Ricciarelli, quiso utilizarlo y Abbado se negó. Cuando era su salida al escenario no aparecía y sus compañeros, sin saber qué hacer, empezaron a improvisar hasta que Cecilia Gasdía, que intervenía después, empezó a cantar las frases de Ricciarelli entre bambalinas y, rápidamente vistieron a otra soprano (Bernadette Manca di Nissa) para que sustituyese a la “desaparecida”. Ricciarelli, ni corta ni perezosa, se había ido del teatro cabreada por la “incomprensión” del maestro. Lógico, cuando Abbado llevó la ópera a Viena cambió a ésta por Caballé.

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Pesaro: Viaje a Reims. Cecilia Gasdia (Corinna), Lucia Valentini Terrani (Marchesa Melibea), Lella Cuberli (Contessa di Folleville), Katia Ricciarelli (Madama Cortese), Edoardo Gimenez (Cavalier Belfiore), Francisco Araiza (Conte di Libenkof), Samuel Ramey (Lord Sidney), Ruggero Raimondi (Don Profondo), Enzo Dara (Barone di Trombonok), Leo Nucci (Don Alvaro), Bernadette Manca di Nissa (Modestina) e William Matteuzzi (Gelsomino),

Hay artistas cuyas cancelaciones eran y son célebres. Algunas con motivo. Anja Harteros tiene a su marido muy enfermo y cancela cuando le llega una crisis. Jonas Kaufmann padece problemas intermitentes desde la afección que sufrió. Dos veces canceló en el Real. Supone un perjuicio para quienes han programado y pagado un viaje para escucharles y esto debería ser valorado.

Claro que también hay otras causas de cancelaciones absolutamente injustificables, como las que ocasionan algunos agentes -uno especialmente- al aceptar contratos para un intérprete en varios teatros y un mismo día. Luego eligen donde más convenga en función de otros contratos posteriores. Esto sucede.

Pero no hay mal que por bien no venga y las cancelaciones de famosos dan la oportunidad a que otros, en sus inicios, sean lanzados a la fama. Son los casos de Corelli y Domingo en el Met con “Adriana Lecouvreur”, de Corelli y Carreras en Munich con “Tosca” o de Horne y Caballé en el Carnegie con “Lucrecia Borgia”.

Teresa Berganza, a quien se llegó a llamar “madama cancelation” no cantaba si no se encontraba en perfectas condiciones. Hay artistas que nunca cancelan ni avisan. Alfredo Kraus fue uno de ellos. Canceló por enfermedad una sola vez en su carrera.

Una mezzo amiga me comentaba que, tras un penoso recital de Ricciarelli en Nueva York en el que avisó de indisposición, fue a verla al camerino para recomendarla reposo y ésta le contestó “Si, ya, pero el cheque lo tengo en el bolsillo”. En aquellos tiempos se consideraba que si un artista tenía que “avisar” dos veces seguidas, debía cancelar sus compromisos siguientes y descansar. Ahora ya no y el reciente caso de Javier Camarena es ejemplo. En su gira de tres semana avisó al menos  en Barcelona, Valencia y Madrid, donde acabó cantando mejicanas en vez de arias. Fue una actitud poco responsable con el público y en algo tuvo que ver el hecho de “ir a taquilla”. Más o menos lo del cheque de Ricciarelli.

Vivimos tiempos del “vale todo”, pero no debería ser así. Gonzalo Alonso

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