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Por Publicado el: 02/01/2021Categorías: Colaboraciones

Chillida y la música

CHILLIDA Y LA MÚSICA

 

Superan las tres centenas el número de libros que se han escrito sobre Eduardo Chillida. Galeristas, pintores, escultores, arquitectos, poetas, filósofos, literatos, músicos, hombres y mujeres del mundo de la alta cultura de todo origen, credo y condición. Entre tanta bibliografía quien escribe ha podido despejar cierta niebla luminosa que parece adueñarse algunas mañanas de la orilla de la playa de San Sebastián, para alumbrar distintos campos del saber, que siempre está en la búsqueda del verdadero sentido de la poderosa obra de este insigne escultor, que ha recibido en su tierra el muy limitado aprecio y el desdén a su memoria en las esferas de las administraciones públicas que deberían proteger el arte para el enriquecimiento de la cultura de ese pueblo llano al que el nombre de este artista no le es indiferente.

En el libro titulado «Eduardo Chillida – Escritos»  -ya en su reciente segunda edición- se encuentran todos los textos redactados por su puño y letra, y tras varias sosegadas lecturas íntegras, con el debido uso del lápiz para resaltar la hermosura de su pensamiento, uno se puede acercar a ese hombre que veía nuestro horizonte en negro por superar la contraposición de azul mediterráneo, con una perfecta concreción socrática del tiempo y del espacio, donde expresa que «no hay nada que haya hecho más por la cultura que el deseo del saber del que no sabe». ¡Toda una lección, para determinados sabios de la nada!

Para él una obra en concreto dejaba de tener razón en su conocimiento cuando estaba terminada, al igual que como «la mar es siempre la misma, pero de distinta forma, como la música de Bach», pues «yo soy un discípulo de la mar en cierto modo, y como consecuencia de eso también de Bach». «Yo no sé si Bach la conoció, pero su obra presenta una relación impresionante con la mar. Y es otro de mis maestros».

Como buen conocedor de la filosofía clásica helena aplicaba para su trabajo intelectual la teoría de Platón cuando deja escrito «doy mayor valor al conocer que al conocimiento». Su pasión por la música le lleva a profundizar en su propia entraña al señalar que «la música -otro arte- es por la medida, entre otras cosas, control del tiempo, y a veces, nos hace vivir un espacio presente más lento».

La ciudad de Wroclaw inauguró, con todo el apoyo institucional polaco, su Capitalidad Europea de la Cultura del 2016 con una magnífica exposición de Eduardo Chillida titulada «Sonoridades»; exposición que se ofreció a al ayuntamiento de San Sebastián y fue rechazada. En ella aparece el trabajo de su forja sonora, donde el espacio acústico, conformado entre la materia, es suma de una parte del espacio y de otra parte del tiempo. Como escribe Nausica Sánchez en un magnífico prólogo del catálogo editado para la ocasión: «El artista define formas que palpitan y oscilan en busca de la ‘vibración muda’, creando una escultura para ser oída».

La materia, el tiempo y el espacio, embridan la música que obra en el trabajo de un hombre sencillo, en el que había mucho de poeta y otro tanto de filósofo, que ha dejado para la historia del arte un legado de reconocimiento universal. Cuando entraba en su estudio para trabajar, al pulsar la llave de la luz automáticamente sonaba la música de Juan Sebastián Bach, pues pensando en su música tuvo la feliz idea de crear una hermosa escultura titulada “Lo profundo es el aire”, dando así memoria al gran poeta que fue Jorge Guillén. Bien sabía Chillida que en el vacío no puede existir el sonido y que la vida sin sonido es la nada existencial como bien señalaba Pitágoras. Manuel Cabrera.

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