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Vida y muerte...
Ciclo Juventudes Musicales: La crisis alcanza a Bach
Por Publicado el: 07/04/2012Categorías: Crítica

Dudamel en Juventudes Musicales

Juventudes Musicales
Obras de HAYDN y R. STRAUSS. Orq. Sinfónica de Gotemburgo. Dir.: Gustavo Dudamel. Auditorio Nacional, Madrid.
Venturosamente, Gustavo Dudamel (Barquisimeto, 1981) se ha convertido en presencia constante en la vida musical española: Sevilla, Barcelona, Oviedo, Valencia, San Sebastián, Murcia, Las Palmas, Granada, Tenerife y, sobre todo, Madrid, han presenciado en los cinco últimos años actuaciones del músico venezolano con “su” Orquesta Simón Bolivar, con la Filarmónica de los Ángeles –también “su” orquesta-, la de Gotemburgo que ahora nos ocupa –“su” tercera orquesta-, y la misma Orquesta Nacional, a la que el artista dirigió con éxito arrollador en mayo de 2008 (con una “Quinta” de Prokofiev para las antologías). Dudamel tiene ya la “vetusta” edad de 31 años, y aunque la frescura y la fuerza de sus actuaciones no ha disminuido, un mayor reposo va hallando cauce en su privilegiada musicalidad –la faceta más importante de su arte-, y sólo así puede explicarse la inteligencia, solvencia y hasta elegancia que presidió su lectura de la “Sinfonía 103” de Haydn, en una realización con ribetes de historicismo, como el ampliado y medio improvisado solo/redoble inicial del timbalista, o la matización, preciosista, del Trío el Menuetto, o los mismos, sapientes, ‘tempi’ globales de la obra.
Richard Strauss fue principio y fin del programa. Y si la versión del juvenil “Don Juan” fue muy buena, pero previsible, nada aventurada o expuesta, el “Así habló Zarathustra” de la segunda parte, una obra mucho más densa, que plantea, como brillantemente explica Ana María Carvajal Hoyos en sus notas al programa, el conflicto entre una Naturaleza infinita y una Humanidad finita, recibió una tan honda como intensa interpretación de Dudamel, No atiende el director a todos los vericuetos de la tupida partitura, como el ‘crescendo’ que acompaña a los 21 compases de la imponente introducción –aparte de Karajan, Steinberg y Ozawa, casi nadie lo ha hecho-, o el triple ‘forte’ con el que ha de irrumpir la campana en la sección final de la pieza, pero en conjunto pisó fondo en una obra de suma complejidad orquestal. Gotemburgo no es la mejor agrupación del mundo, ni siquiera de Escandinavia, pero en manos de Dudamel lo parece, y sus dos concertinos, Per Enoksson en “Don Juan” y Haydn, y Sara Trobäck en “Zarathustra” tuvieron cometidos sobresalientes. Gran concierto de un gran músico. José Luis Pérez de Arteaga

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