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Por Publicado el: 11/05/2010Categorías: Crítica

Mágica clausura del I Ciclo de Ópera de Murcia

Mágica clausura del I Ciclo de Ópera. LA VERDAD
11.05.10 – 00:52 –
OCTAVIO DE JUAN |
A juzgar tanto por lo vivido en esta sesión de clausura – ‘La flauta mágica’, el domingo en el Auditorio regional-, verdaderamente ‘mágica’, como por lo visto y escuchado a lo largo de las tres jornadas anteriores en las que se ha desarrollado el I Ciclo de Ópera, hay que felicitarse tanto por los resultados artísticos obtenidos, como por la respuesta de un público que volvió a desbordar el aforo del Auditorio regional, causante y promotor de este ciclo teniendo a la empresa INTERSA como ejemplar y principal patrocinadora.
Por si luego falta espacio, no quiero dejar de señalar el acierto que supuso en esta ocasión aumentar el tamaño de las letras del sobretítulo, a lo que solo faltó incrementar un tanto su luminosidad. Más, por supuesto, que no fueron cuestiones accesorias, pero no baladíes, como éstas las que determinaron la grandeza de la representación de esta maravillosa y fantástica ‘Die Zauberflöte’, en la que Mozart alcanzó la cumbre de su genialidad, y que por sexta vez ha subido a los escenarios murcianos, sino el trabajo conjunto de los responsables musicales y escénicos que consiguieron unos resultados globales del todo punto magníficos, al margen de tales o cuales puntualizaciones que permite una obra tan compleja y abierta a toda suerte de especulaciones como es este genial cuento de hadas.
En contra de lo habitual en este tipo de comentarios, comenzaría refiriéndome, como ya ocurrió en el primer día de este ciclo, al papel desempeñado por la Orquesta Sinfónica de la Región, dirigida en esta ocasión por un Manuel Hernández Silva en auténtico estado de gracia, ejerciendo como consumado maestro no sólo en aquellos momentos más gratificantes de la partitura sino en aquellos otros que exigen la máxima sensibilidad e inteligencia, como fueron sus acompañamientos a la segunda aria de la Reina de la Noche o a la de la desesperación de Pamina, también del segundo acto, o ese problemático dúo de sacerdotes/guardianes durante las pruebas a las que Tamino es sometido.
A decir verdad, la versión de la ‘Obertura’ fue un felicísimo anticipo de lo que musicalmente vendría después, y en donde los más sublimes momentos se alcanzaron en las arias mencionadas en donde la sevillana Rocío Ignacio, mostró ser una Pamina ideal por la riqueza y encanto de su expresión, a falta únicamente de una mayor interiorización, y la granadina María José Moreno acreditó una asombrosa facilidad para superar las dos terroríficas arias, especialmente la segunda, de la Reina de la Noche.
A sus respectivos triunfos se sumó el del albaceteño José Ferrero, luciendo como Tamino momentos de evidente pureza estilística, y el de Manuel Esteve, como habilidoso Papageno. Cumplieron Emilio Sánchez como Monostatos y Stefano Palatchi como Sarastro, al igual que Francisco Jiménez y Axier Sánchez como sacerdotes/guardianes.
En medida similar, Gloria Sánchez fue una eficaz Papagena, mientras las evoluciones y el vestuario de las tres Damas de la Noche, Inmaculada Almeda, Consuelo Garres y Luisa Maesso, no llegaron a la altura de sus prestaciones vocales. Formidables, en cambio, Helena María López, Cristina Sánchez y Carmen Muñoz asumiendo admirablemente el papel de los tres sentenciosos muchachos. El coro, finalmente, muy bien.
Profundo respeto
Por lo que tiene que ver con la parte escénica, y en contra de lo que ahora prima entre sus colegas, Joan Font dio muestras de un profundo respeto a esta magna creación de Mozart y Schikaneder, dejando a un lado disquisiciones intelectuales, y amoldando su trabajo a las posibilidades que le ofrecía el escenario de nuestro Auditorio. Y salvo en la primera escena, escasamente atractiva, todo después fue fruto de una concepción escenográfica sencilla, ordenada y eficaz con muchos momentos de indiscutibles bellezas, producto de los muchos años que el responsable de Els Comediants y su equipo lleva manejando esta ‘flauta’ a la que hay que desearla una larga vida.

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