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Por Publicado el: 19/02/2021Categorías: Recomendación

Recomendación: Segunda y Octava Sinfonías de Bruckner por Andris Nelsons y la Gewandhausorchester

Recomendación: Segunda y Octava Sinfonías de Bruckner por Andris Nelsons y la Gewandhausorchester

42 años: ¿pocos para Bruckner?

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Andris Nelsons y la Gewandhausorchester. 2 y 8 sinfonía de Bruckner

Cuando aparecen estas versiones de la Segunda y Octava Sinfonias de Anton Bruckner sigue en curso el registro fonográfico del ciclo, del que Andris Nelsons ya tiene en cartera las números tres, cuatro, seis, siete y nueve. Me llegan  ahora estas grabaciones, pero desconozco las otras, que,  la verdad, después de lo visto aquí, no sé si me animaré  a escuchar. Sucede con estas versiones discográficas algo muy anómalo para los tiempos de hoy: al margen de la calidad de las versiones, son fallidas porque se escuchan mal;  porque son malas grabaciones. Inaudito, tratándose de su procedencia, una de las multinacionales expertas en la materia donde las haya y que durante décadas ha demostrado saberlo todo al respecto. Hasta aquí ha llegado la decadencia del disco, a la menor gloria de la música. Todo suena a bote; pero particularmente mal la percusión y los tutti, de sonido artificioso y desmesurado. En fin, mejor no seguir con esto.

El resultado estético, las versiones, son difíciles de valorar en esas circunstancias. Pero no imposible. Y pasan cosas que tampoco sabría explicar bien, cuando anda por medio un director como Nelsons, nada sospechoso de hacer su trabajo a medias, que es un poco lo que da la impresión que ocurre aquí: habría que preguntarse cuál ha sido, y cómo se ha hecho, el trabajo de producción de los discos. Se percibe a lo largo de las interpretaciones un fuerte dominio de la pasta sinfónica, una importante técnica en la aplicación de los recursos orquestales, pero, a su vez, hay una notable ausencia de continuidad en el discurso, que a veces se ajusta a un tono romántico de alto voltaje y otras a violentas ráfagas sonoras de gran atractivo, pero que en otras ocasiones acumula excesivos tiempos muertos o pasajes en los que no parece suceder algo. Nada nuevo. Esa es la mayor dificultad para desentrañar los pentagramas de la música de Bruckner; para que haya coherencia en el tiempo, que no se pierda la concentración en las largas exposiciones, que las tensiones se sitúen en su sitio para que equilibren la totalidad del mensaje, etcétera. Y después, claro, está este, el propio mensaje, que a unos les gustará más desolado, a otros más militante y, en fin, a bastantes más, desarrollado desde los  extremos, en las múltiples maneras en que el compositor expone sus propios modelos de expresividad. Todo es valorable en esta música como acierto o defecto si se consigue esa continuidad; nada, ni a un lado y a otro de la expresión, sin ella. Que es justo lo que, entre toque y toque de gran director, le falta a Nelsons  en estas interpretaciones, plagadas de hermosos momentos sonoros (buena parte de los respectivos movimientos lentos en ambas sinfonías, o del cuarto tiempo de la Segunda, por ejemplo) o de excelentes aciertos aislados con detalles propios del gran maestro que es, pero que encallan cuando uno intenta percibir y comprender desde la unidad, o mejor, desde un criterio unitario, los contenidos globales. Sin embargo, sería necesario constatar algo más positivo: seguramente, a pesar de todo ello, se trata de uno de los mejores Bruckner que se puedan escuchar hoy; sin duda el mejor con muchísima diferencia de cualquier otro director de la generación de Nelsons (Thielemann tiene veinte años más). Los grandes (grandísimos) Bruckner de hoy solo salen de batutas con casi ochenta años a las espaldas (el omnipresente Barenboim) o algún que otro maestro ya retirado de todavía más años, léase Haitink. Nelsons solo tiene cuarenta y dos. Y la verdad, tener que volver a darle vueltas a los Bruckner de Klemperer, Giulini, Karajan, Celibidache, Solti, Böhm, Jochum, Furtwängler, Wand ,Knappertsbuscho  Sanderling resulta un tanto reiterativo. Pedro González Mira 

Pd.: El doble cedé contiene un aperitivo interesante: una versión muy clásica del preludio del acto I de Los maestros cantores de Nuremberg. Nelsons trata a los señores maestros con poca ironía crítica y quizá excesiva solemnidad. No creo que sea lo más apropiado en los tiempos que corren.   

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