UN DIRECTOR BANAL PARA UNA ORQUESTA MARAVILLOSA
UN DIRECTOR BANAL PARA UNA ORQUESTA MARAVILLOSA
Ibermúsica
MUNDRY: Balances, WAGNER: Idilio de Sigfrido, R. STRAUSS: Una vida de héroe, HINDEMITH: Concierto para violín, MAHLER: Sinfonía nº 1. Frank Peter Zimmermann (violín). Staatskapelle Dreesden. Director: Fabio Luisi.11 y 12 de abril de 2008, Auditorio Nacional.
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A veces las orquestas son extrañamente miméticas a la hora de reemplazar a un titular. En contraste con la búsqueda del antónimo –Berlín con Abbado respecto de Karajan, o con Rattle respecto de Abbado-, la fabulosa Orquesta Estatal de Dresde, acaso la más antigua de Europa (460 años a las espaldas), parece perseguir un clon de Giuseppe Sinopoli, su director musical desde 1991 hasta su inesperado fallecimiento en 2001: es cierto que el polémico maestro veneciano estableció una extraordinaria relación, casi insospechada, tanto con la agrupación como con el público de Dresde; tras la falta de química que se produjera con su sucesor, Bernard Haitink, el conjunto parece haber hallado en Fabio Luisi (Génova, 1959) a otro italiano de formación germánica, espejo o reflejo del llorado Sinopoli. Pero la distancia es sideral y la refracción desvaída, como expusieron con claridad los dos conciertos que se reseñan.
En el primero Luisi anduvo errático, deslustrado, y los alquitarados sonidos que puede producir su orquesta se le escurrieron como agua entre las manos. Un grisáceo “Idilio de Sigfrido” y una pedestre “Vida de héroe”, con el añadido musicológico interesante pero poco más del suave final original, acompañaron a una obra de estreno, “Balances” de la compositora residente de la formación Isabel Mundry (Schlüchtern, 1963), en la que la autora divide a la orquesta en tres grupos de 22, 23 y 22 músicos con hábiles combinaciones sonoras. En el segundo programa, acaso “inspirado” por su notable solista, Frank Peter Zimmermann, traductor encomiable del complejo “Concierto para violín” de Hindemith –que Luisi acompañó con raro entusiasmo-, el genovés adoptó para la “Primera Sinfonía” de Mahler un talante muchas veces propio del peor Lorin Maazel, algo así como “Os vais a enterar compás a compás de quien soy yo”. Y vaya sí lo hizo: todo lo pretendidamente vulgar de la partitura mahleriana se transformó en charanga y todo lo intencionadamente afectado se volvió cursilería: Luisi jugó a los extremos, y supimos quién era y de lo que era capaz; de Mahler supimos mucho menos, pero a su “demiurgo” debió importarle poco. La orquesta, eso sí, sonó de película; y es que ya lo decía “Mío Cid”: qué buen vasallo si hubiera buen señor…José Luis Pérez de Arteaga
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