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Por Publicado el: 30/10/2020Categorías: Recomendación

Recomendación: Germanías de Capella de Ministrers

GERMANIES (CAPELLA DE MINISTRERS)

La locuacidad de la música antigua

Obras de Isaac, Susato, Mateo Flecha, Gervaise, Morales, Hassler, A.Gabrieli, Lassus, Praetorius, Scheidt y Gastoldi. Capella de Ministrers. Dir.: Carles Magraner.

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Capella de Ministrers – Germanías

Capella de Ministrers es un grupo veterano en el ámbito de la interpretación de la música antigua. He perdido la cuenta de los discos que lleva puestos en el mercado desde que empezara su carrera hace décadas, e incluso le había perdido un poco la pista en los últimos años, más por circunstancias poco relevantes que por falta de interés por los asuntos que maneja, siempre muy bien documentados y trabajados con tesón. Por razones que no vienen al caso este verano tuve la ocasión de escucharlo, con su director de siempre, el hiperactivo Carles Magraner, en el Festival de Música Antigua de Morella. Sentí mucho no escribir sobre ese concierto, que tan buena huella me dejó. El mismo día salía hacia unas vacaciones largas  y no encontré luego la necesaria justificación para hacerlo. Ya saben ustedes, la música es algo que nace y desaparece al mismo tiempo, con lo que decir algo sobre ella una vez sonada es hablar del aire. Otra cosa son los discos. Ahí se queda todo lo dicho, y es ‘repasable’ y revisable  en cualquier momento. En realidad por eso se deberían seguir haciendo, y no por buscar réditos económicos directos; ponerse el disco bajo el brazo para presentar proyectos de conciertos en vivo es una buena manera de tratar de conseguir que la música clásica (¿) no muera, oprimida bajo el yugo  de determinadas nuevas normalidades. ¿Cuáles? Varias, pero sobre todo una: la indigencia cultural; la pura ‘paletería’ y demás procedimientos para obtener una información breve y segura de algo, aun perfectamente absurda. Puestas así las cosas, se entiende que quienes más discos producían antaño, las multinacionales discográficas, se hayan ausentado del mercado o dediquen la mayor parte de sus esfuerzos a hacer discos estúpidos. Pero en fin, siempre nos quedarán… los independientes.

Esta vez el tema es un repaso a la creación musical en ambientes bélicos, una relación –la de la guerra y la música- riquísima para la historia en todas las épocas, incluida las aparentemente menos atroces: ¿recuerdan el Cuarteto para el fin del tiempo, de Messiaen, o el Réquien de Guerra, de Britten, o la ciclotímica Die Soldaten, de Zimmermann, por citar alguna que otra en nuestro tiempo? Magraner y su grupo están en otra época, es sabido, y nos regalan un disco para conmemorar acontecimientos pasados en su tierra: el V Centenario de la Rebelión de las Germanías. Su tierra es Valencia, y la rebelión, como casi siempre sucede, lo fue de los de abajo contra los de arriba, aquí de las hermandades gremiales contra la nobleza  y, de paso, contra el mismo rey. Porque, no solo fue aquello una revuelta para pagar menos impuesto, que también, sino como pura aspiración republicana; sucedía  a principios del siglo XVI. En el espléndido artículo de interior Javier Martín López explica las consecuencias musicales que tuvo esa revuelta. Las Germanías fueron severamente derrotadas, antes como ahora, claro, pero al menos el hecho mirado desde hoy puede llevar a reflexiones intelectuales interesantes. Y musicales, que son las que se realizan en el disco, a través de una amplia selección de músicas de la época, salida de las plumas más eminentes.

El entorno escogido va desde el último tercio del siglo XV hasta principios del siglo XVII. Y los caracteres son variados, más o menos profanos,  a veces con reminiscencias religiosas; músicas cortesanas de inspirada languidez, canciones de precioso trazado, piezas colectivas, etc. Están representados autores como Heinrich Isaac, del que se ha escogido una ‘batalla’ que rezuma ‘italianitá’ por todos los costados. Es una pequeña joya la Danserye, de Tielman Susato, tan sensual y melodiosa. Nada que ver con el ímpetu cortesano de la siguiente pieza, de Mateo Flecha (el tío), llamada El Jubilate, música para el desfile, para la danza  y la fiesta, música victoriosa, sin duda, y combinada en sus partes con una buena dosis polifónica. Otra batalla (Pavana y Gallarda), de Claude Gervaise, nos muestra a continuación las bondades del género. A estas alturas del disco se produce un hermoso salto, con la aparición del eterno Cristóbal de Morales y uno de sus motetes, Jubilate Deo, a seis voces, una verdadera borrachera polifónica. Un nuevo cambio de ambiente se produce con la Entrada y Gallarda, de Hans Leo Hassler, para mí un desconocido que me ha dejado atónito. Por cierto, lo veo como inspirador de una corriente contemporánea de compositores de bandas para series de televisión de culto en EE.UU. La siguiente pieza resulta electrizante: La guerra, otra vez de Flecha, es una ensalada marca de la casa. Emparenta bien con la exuberancia de Aria della Battaglia, para conjunto de viento, de Andrea Gabrieli, música de avanzada factura y atrevida rítmica. Da pacem Domine es una antífona a cinco voces que Orlando di Lasso publicó muy a finales del XVI y que se desarrolla sobre un tejido contrapuntístico de enorme plasticidad y enjundia expresiva. No podía faltar en este disco alguna de las trescientas y pico danzas que Michael Praetorius recopiló con el nombre de Terpsichore, un conjunto de músicas de enorme empuje, vitalidad y extrema expresividad. Como tampoco alguna muestra de los Ludi musicali de Samuel Scheidt. Aquí se presenta una Suite de Batalla para viola da gamba solista, con una Pavana dolorosa (supongo que en manos de Carles Magraner) y una Galliard Battaglia que cierra la suite de manera brillante y festiva, con gran lucimiento para el flauta solista. Y en fin, la gran fiesta se acaba con otra gran celebración, una pieza de Giovanni Giacomo Gastoldi, Amor Vittorioso, en su origen ‘música para cantar, tocar y danzar’.

Un disco, pues, de muy considerable recomendación. Es equilibrado, divertido, locuaz, variado y, sobre todo, un conjunto del que surge la música a borbotones. Que falta hace.  Pedro González Mira 

 

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