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Plácido Domingo: «Para que Mortier triunfe en Madrid, tendrá que cambiar mucho sus ideas»
¿Qué fue de la candidatura del joven maestro Daniel Harding?
Por Publicado el: 27/11/2008Categorías: En la prensa

¿EL CABALLO GANADOR?

¿EL CABALLO GANADOR?

En 1997, Gerard Mortier era más importante que Stephane Lisssner. Hoy no.
Hace una década larga, Mortier cruzaba el ecuador de su “década prodigiosa” en Sazburgo, estaba en la cresta de la ola y habían re-enderezado en plena etapa post-Karajan” el festival más importante de Europa. Desde hitos como el San Francisco de Asís de Messiaen en el prodigioso montaje de Peter Sellars hasta la contratación de la Fura dels Baus para La condenación de Fausto, el un día intendente del teatro de la Moneda de Bruselas había renovado programación, escenarios y hasta público tocado por el éxito.
Pero las aguas se enturbiaron desde que en el 2002 se despidió de la ciudad que le había odiado primero y respetado después. La aventura de un festival de nueva planta, el de Baden-Baden, necesitó la ayuda del gobierno federal alemán para salir a flote y reparar sus varadas naves financieras. Después la llegada a una ópera de segunda al lado de una de primera, pronúnciese la New York City Opera adosada al costado del Metropolitan en pleno Lincoln Center de Nueva York, peregrinaje que nunca se supo muy bien en qué contribuía a subsanar su prestigio. En este verano, remate de un extraño descenso a las simas del fracaso, su postulación ‘in extremis’, junto a Nike Wagner, la hija de Wieland Wagner, para suceder al octogenario hermano de este en la rectoría del Festival de Bayreuth, muestra artística contra la que Mortier se despacho a gusto con vitriólicos comentarios durante su etapa de gloria salzburguesa: el patronato que controla el gobierno del “Land” de Baviera ni tomó en consideración al curioso dúo –la “pareja de novela” los llamó el Frankfurter Allgemeine Zeitung- y dio el futuro y el poder a las hijas de Wolfgang Wagner, las hermanastras Eva y Katerina. Y casi ayer, el último batacazo, la salida a traspiés de la City Opera por –eso es comprensible- recortes presupuestarios intolerables. Este es, pues, el caballo ganador que el Teatro Real, y sus actuales dueños de la situación, presentan a bombo y platillo… porque Stephane Lissner ha dado calabazas a sus amigos de Madrid, los que ahora han recurrido a Mortier para dar blanqueo a una situación tan extraña como molesta: provocar una crisis –fuera López Cobos, fuera Antonio Moral- sin tener solución para la misma-
Hoy Lissner es más caballo ganador que su colega. Sigue teledirigiendo festivales franceses, con Aix a la cabeza, y es el amo de la Scala, y con todos los problemas económicos y laborales que Italia presenta, mandar en Milán no es ninguna bobada, aún más teniendo a la vera a un peso pesado como Barenboim. Mortier, en fin, ya ha dicho que no habrá director musical estable –los que hoy le jalean se han pasado años insistiendo en la necesidad de un titular estabilizador-, pero no nos engañemos: aquí se pasará el año su inefable “alter ego”, Sylvain Cambreling, buen traductor de cierto repertorio contemporáneo y depredador intransferible de lo clásico-romántico. Y un importante rotativo y su crítico musical, íntimo amigo del nuevo gerente, se esforzarán –ya han empezado- los meses y años venideros en incansable campaña mediática para persuadirnos de que el mayor acontecimiento cultural español desde el nacimiento de Cervantes es, será, el desembarco de Gerard Mortier. Al tiempo. José Luis Pérez de Arteaga

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