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EL FULGOR DE WESTBROEK
Gergiev en Madrid
Por Publicado el: 17/12/2011Categorías: Crítica

Fleming, todavía un lujo

Ciclo Ibermúsica
Fleming, todavía un lujo
Obras de Wagner, Strauss y Beethoven. Renée Fleming, soprano. Orquesta Filarmónica de Londres. Christoph Eschenbach, director. Auditorio Nacional. Madrid, 16 de diciembre.
El Auditorio Nacional estaba abarrotado a pesar de caer en fin de semana el concierto y tener lugar por la noche. Había tres razones para que ningún abonado dejase vacía su silla: el programa, integrado por Wagner, Strauss y Beethoven, la presencia de la Filarmónica de Londres y, sobre todo, la participación de Renée Fleming, una de las cantantes más mediáticas de los últimos años. Cristoph Eschenbach es un maestro de mayor criterio que técnica, como pudo comprobarse en su correcta pero descafeinada lectura de la obertura de “Tannhäuser”, falta de intensidad y lujuria y en una “Séptima” de mejor concepto que realización. Se desbordó en un rapidísimo “Allegro con brio” frente a los tempos habituales de los tres primeros movimientos, queriendo profundizar en su orgía de danza pero sin llegar a conseguir que arrancara la emoción en el oyente. A la potencia le faltó organización de dinámicas y tensiones. Tampoco la orquesta pasa por su mejor momento, con algún que otro desajuste en los metales y un cuerda que, aún conservando calidad, no admira tanto como antaño. Lo menos bueno, el casi emborronado tercer tiempo.
Un director ha de percibir l especial acústica de cada sala y acoplar a ella su interpretación. Eschenbach no constató que los metales suenan proporcionalmente más que vientos y cuerda en Beethoven y que las voces de los cantantes no acaban de proyectarse bien cuando el artista se coloca junto al podio. Quizá los ensayos no fueron suficientes, pero el resultado fue que en el primero de los “Cuatro últimos lieder” casi no se pudo escuchar a Renée Fleming, muy apagada por la orquesta. Se recuperó en “Sptiembre”, dejó su impronta de reconocida straussiana en “Beim Schlafengehen” y demostró por completo tanto en “In Abendrot” como muy especialmente en la propina “Waldselichkeit” las razones de su puesto de privilegio en el mundo canoro. Cierto que la voz, que nunca tuvo gran caudal, ha perdido parte de su volumen, pero permanecen intactas sensibilidad, flexibilidad y morbidez, refinamiento y sutileza. No intentó deslumbrar, como podía hacer Jessye Norman en estas páginas, sino tocar íntimamente al oyente con esmero en cada palabra frente a la complacencia sonora de otros tiempos como cuando grabó esta obra , en 1995, con el mismo Eschenbach. Lástima que éste no mantuviese la misma inspiración en toda la ejecución como en el etéreo final de la cuarta canción. Curiosamente un año después de la citada grabación, Fleming llegó a Madrid de la mano de Ibermúsica junto a Levine, también con este maravilloso Strauss. ¡Que no tarde tanto!

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