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Por Publicado el: 15/02/2008Categorías: Crítica

“Iolanta”, ópera para “destensionar”

Ciclo de Ibermúsica
“Iolanta”, ópera para “destensionar”
Obras de Rachmaninov y Chaikovski. D.Matsuev, piano. T. Pavlovskaya, A.Durseneva, N.Kornev, G.Bezzubenkov, A. Gergalov, A.Amonov, V.Sulimsky, S.Skorokhodov, V.Lukhanin. Coro de Cámara de San Petersburgo y Orquesta Filarmónica de San Petersburgo. Y. Temirkanov, director. Auditorio Nacional. Madrid, 13 y 14 de febrero
La Filarmónica de San Petersburgo es agrupación muy querida en España desde su presentación con Ibermúsica en 1971. Temirkanov se unió a ella en Madrid en 1989 y, desde entonces, las visitas de ambos han sido constantes. En esta ocasión su gira incluyó dos programas. El primero con el “Concierto para piano n.3” de Rachmaninov y una selección de “El lago de los cisnes” de Chaikovski plagada de danzas. Era uno de esos conciertos a los que el público acude “para disfrutar”, para pasárselo bien sin quebraderos de cabeza. Lo que los asistentes no podían imaginar es que iban a escuchar el pianista que probablemente ha logrado tocar con más poder, más fuerte, de cuantos habían escuchado en su vida. El joven ruso Denis Matsuev debió de dejar el Stenway no ya listo para una nueva afinación, sino para una reparación. Este pianista, un virtuoso que convierte el piano en una orquesta, tiene también una técnica sobresaliente, aunque ésta no impida que los sonidos se emborronen en ocasiones. Un Rachmaninov para recordar y un arreglo propina de “Peer Gynt” absolutamente apabullante. Los fragmentos del ballet de Chaikovski sonaron intensos, como cabía esperar de tal director y orquesta.
El segundo programa nos trajo “Iolanta”, la última y una de las más desconocidas óperas del mismo compositor. Su reducida acción escénica y su compacta duración de unos noventa minutos la hacen adecuada para una versión en concierto. Música bien perfilada y muy acorde con los inspirados versos del texto de una preciosa historia en la que, al contrario de lo habitual, no hay ningún malo. Es un libreto de los que “destensionan”, relajan y emocionan por su candor. Fue una lástima que el reparto mostrase ostensibles limitaciones en los registros más agudos, que el tenor protagonista no acabase de encontrar la forma de salir de apuros de su difícil parte y que la soprano se destemplase en los fortes. Todo ello quedó compensado en gran parte por la lectura vibrante de Temirkanov y el denso –nada menos que diez contrabajos-, pero siempre claro sonido de los de San Petersburgo. Una visita de las que hacen disfrutar al público abonado. Gonzalo ALONSO

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