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Juventudes maduras
Malditas bañeras
Por Publicado el: 13/02/2012Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Mi madre, emprendedora

Mi madre, emprendedora
Los alumnos de mi sucesor en la docencia de “Administración de empresas” en la universidad no les pasará lo que a cuantos he tenido en mis más de treinta años de profesor, que llegan sin tener ni pajolera idea de lo que es una empresa. ¡Qué suerte tendrá mi sucesor! Se podrá ahorrar explicarles un montón de cosas porque los chicos ya las sabrán. Como a sus ochenta años y, a pesar de estar en una silla de ruedas, las va a tener que aprender mi madre gracias a una ley que en sus últimos minutos de vida se le ocurrió al siempre ocurrente Zapatero y que Rajoy ha tenido a bien mantener hasta el momento sin incluirla en su ambicioso plan reformista.
A mi madre le duran las empleadas de hogar cuatro telediarios. Su carácter se ha agriado y, la verdad, la aguantamos muy pocos, aunque ella lo disimula muy bien a las visitas. Por eso tiene que cambiar de empleada dos o tres veces al año. Pero ahora la nueva ley, que entró en vigor el 1 de enero, la obligará a amansarse. También –más vale tarde que nunca- aprenderá lo que significa ese término tan de moda “emprendedor”. Cuando me pregunte lo que quiere decir bastará con que le conteste “Emprendedora eres tú”. Le explicaré -¿no sería mejor que se lo explicase Fátima Báñez?- que tendrá que ir antes de julio a la oficina de la Seguridad Social a dar de alta a su empleada de hogar, pero lo primero que deberé hacer es aclararla que ese término es el mismo que “asistenta” y entonces empezará a gritarme que por qué no le hablo con propiedad y me dejo de palabras raras. Luego habré de ampliarla que también tendrá que ir a darse de alta en una mutua laboral y que habrá de volver a ellas cada vez que cambie de chica. También que, además de hacerlas un contrato, cuando una de ellas se ponga enferma deberá cursar el correspondiente parte para que la Seguridad Social le devuelva el dinerito que tendrá que seguir pagando a pesar de que no haya ido a trabajar porque le dolía la cabeza. Y le contaré que, cada vez que despida a una, tendrá que hacerla una liquidación añadiendo partes proporcionales de vacaciones. La verdad, temo por mis partes cuando intente explicárselo. Todo por un mañana a la semana.
Yo, que soy un simple profesor de economía y administración de empresas, vería más lógico que su empleada de hogar fuese autónoma y responsable, como un electricista o un fontanero, de darse de alta y cursar todo ese papeleo, pero quizá el legislador ha deseado dar una oportunidad a muchas madres, simples amas de casa, para que aprendan lo que es ser “emprendedoras” y que sus hijos nazcan en un ambiente empresarial. Porque supongo que el legislador no pretenderá que yo, a mil kilómetros de distancia, sea el “emprendedor” y no le permita a mi madre que juegue a ello.
“Mi madre, mi pobre madre! canta Loris Ipanov en la ópera “Fedora” de Giordano recordando quien la mató. ¿Tendremos que exclamar lo mismo los familiares de personas como mi madre? Gonzalo Alonso

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