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Tancredi, potagonista en Ferrara
La vieja guardia cambia repertorio
Por Publicado el: 06/12/2007Categorías: Crítica

Tancredi: Un doble feliz final

Temporada del Real
Tancredi: Un doble feliz final
“Tancredi” de Rossini. Bruce Sledge, Daniela Barcellona, Umberto Chiummo, Patricia Ciofi, Marina Rodríguez-Cusí, Marisa Martins. Dirección musical: Riccardo Frizza. Dirección de escena, escenografía y figurines: Yannis Kokkos. Iluminación: Guido Levi. Nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, el Teatro de La Maestranza de Sevilla y el Teatro Regio de Turín. Coro y orquesta titular del Teatro Real. Madrid, 5 de diciembre.
Habitualmente se representa un “Tancredi” mezcla de las dos versiones que escribiese Rossini, la feliz de Venecia y la trágica de Ferrara. Es lógico puesto que de una a otra las diferencias radican en la escena final, algunas alteraciones de orden y en escenas que aparecen en una y no en otra. Ahora bien, me parece acertado que el Real programe las dos versiones como una variante con valor suplementario a la obligada existencia de dos repartos. Seamos sinceros, no estamos ante el mejor Rossini, pero la obra contiene fragmentos inspirados como la obertura –ya conocida por “La pietra del paragone”- las arias de las dos protagonistas y sus dúos y se escucha con agrado de principio a fin.
Eso es lo que sucedió en el Real, que el público la vio y escuchó con agrado, lo que no siempre sucede. Y es que dirección musical, escénica y los dos principales protagonistas funcionaron al nivel que se espera y desea en un teatro. También es cierto que la representación habría subido muchos enteros de contar con elenco masculino de mayor nivel, pues las intervenciones del bajo Umberto Chiummo y del tenor Bruce Sledge dejaron bastante que desear. Tampoco estuviron en esta ocasión muy afortunadas la habitualmente eficaz Marina Rodríguez-Cusí y Marisa Martins.
Ante todo triunfó la soprano Patricia Ciofi, quien empezó con la voz velada pero fue reponiéndose poco a poco hasta recobrar toda la belleza de su voz. Bordó las muchas coloraturas, estuvo limpia en los agudos, rematando algunas frases con delicadeza y sutileza ejemplares. Menos de ambas cosas ofreció la mezzo Daniela Barcelona, siempre entregada pero a cuya voz le falta timbre en los graves, bastante poco atractivos. No acabó de redondear la página más célebre de la obra “Di tanti palpiti”, pero se superó en los dúos con Ciofi. Fue quizá el del primer acto uno de los momentos más logrados de la noche.
Riccardo Frizza no dejó satisfecho a todo el público pero sinceramente no comprendo las protestas, por muy aisladas que fueran. Planteó una lectura muy camerística pero la dotó de vigor en todo momento. Sonó bien la orquesta, sin ser tampoco su mejor prestación, y los cantantes se debieron sentir bastante cómodos con él. Siempre se puede pedir más, pero el olmo no da peras y ya sabemos que Frizza es un director muy correcto pero no Abbado. También funcionó la escena, hasta el punto que, si olvidamos “La violación de Lucrecia”, ya no recordabamos un director de escena que no fuese abucheado por alguna parte del público. Yannis Kokkos aportó vistosidad en el vestuario y unos decorados que recordaron un poco a los de Pizzi para el “Rinaldo” de Haendel en la Zarzuela, alegría y orden en los movimientos y finura al describir los ambientes donde se desarrolla la acción en forma de simples citas, aunque no comparto el abuso de mimos y marionetas. La producción funciona bien, alegra la vista y apoya la música. Es mucho en los tiempos en que vivimos. Perdonen pero no me puedo reprimir: acabo de ver una “Maria Estuardo” en la que las dos reinas son presentadas como locas en un manicomio y el público se ríe en la gran escena del enfrentamiento entre ambas. Este “Tancredi” y su final feliz terminan felizmente en el Real y, aún con sus limitaciones, se puede recomendar. La versión trágica de Ferrara aportará a una Ewa Podles, una Mariola Cantarero y un José Manuel Zapata que merecen ser escuchados. Gonzalo Alonso

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