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Por Publicado el: 11/02/2008Categorías: Crítica

Una «Creación» ordenada pero descompensada

Ciclo de Ibermúsica
Orden descompensado
“La creación” de Haydn. V.Cangemi, R.Saccá, T.Quathoff. Austro Hunharian Hydn Philharmonic y Orfeó Catalá. A.Fischer, director. Auditorio Nacional. Madrid, 9 de febrero
El ciclo de Ibermúsica traerá este año a Madrid, a lo largo de sus dieciocho conciertos a directores como V.Gergiev, F.Luisi, P.Järvi, C.Thielemann, C.Davis, S.Ozawa, H.Blomstedt, Y.Temirkanov, D.Gatti, etc con solistas como F.P.Zimmermann, R.Lupu o D.Barenboim y agrupaciones como la London Symphony, Staatskapelle Drede, Münchener Philharmonic, Gustav Mahler Jungendorchester, Royar Concertgebouw o Filarmónica de San Petersburgo. Como viene siendo habitual, no sólo el ciclo más brillante del sinfonismo español, sino posiblemente de todos los europeos.
Se abrió con una obra que venía como anillo al dedo, “La creación” de Haydn, de la que Adam Fischer realizó una lectura más ordenada que comunicativa. Debutó en el ciclo, con calidad y empaste, la Austro Hunharian Hydn Philharmonic, conjunto de unos cuarenta y cinco músicos creado por el propio director en 1987 con profesores de la Filarmónica de Viena y varias orquestas húngaras para especializarse en el repertorio de Haydn. A ellos se unió el Orfeó Catalá que dirige Josep Vila i Casañas, muy aplaudido por el público que se las vio y deseó para aparcar cerca de donde el Real Madrid iba a meter siete goles, pero cuyo volumen resultó algo excesivo.
Si bien los tres solistas, Verónica Cangemi, Roberto Saccà y Thomas Quathoff, gozan de considerable renombre, su elección no fue la más adecuada. De un lado porque el tenor Saccà queda pálido en un repertorio que precisa una línea de canto más depurada y sobre todo porque desde el primer número de Gabriel, totalmente destemplado, resultó obvia la insuficiencia de la soprano, evidente también en el fiato en el aria n.15. Lo que a muchos podía haber pasado desapercibido en el mozartiano trío n.18, quedó al descubierto al final, en la tercera parte del bellísimo oratorio, y no ya por problemas vocales, sino porque el dúo entre Adan y Eva quedó absolutamente descompensado ya que Thomas Quasthoff, que ya había mostrado su clase magistral de barítono con potencia vocal y emotiva como Uriel, resultó demasiado Adán para tal Eva. Gonzalo Alonso

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