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Por Publicado el: 22/10/2011Categorías: Crítica

Welser-Möst, sosas brumas escocesas

Ciclo de Ibermúsica
Sosas brumas
Obras de Mendelssohn, Stravinski y Ravel. Orquesta de Cleveland. Franz Welser-Möst, director. Auditorio Nacional. Madrid, 20 de octubre.
Cleveland ha sido tradicionalmente una de las “Five big” orquestas de EEUU y, aunque a España sólo hayan visitado España con Maazel en 1975, hay están las muchas grabaciones de referencias realizadas con Erich Leinsdorf o George Szell. Sin embargo su nivel ha descendido a tenor de lo mostrado en su actual gira con Welser-Möst conservando, eso sí, un sonido con clase en la cuerda. Se lució el trombón en el “Bolero” y menos el flautín.
Franz Welser-Möst (Linz, Austria 1960) fue un director con gran lanzamiento en su juventud. Algo parecido a los Harding o Dudamel actuales y, como el primero y posiblemente en poco tiempo el segundo, se desfondó e incluso hubo de retirarse un tiempo a meditar. Regresó con aún mayor proyección, convirtiéndose en titular de Cleveland en 2002, de la Opera de Viena desde el pasado año y llegando a dirigir la última edición del concierto vienés de Año Nuevo. Por cierto, y otros de estos lares podrían tomar nota de ello, redujo sus honorarios americanos en un 20% para dar ejemplo ante la crisis económica que padece la orquesta.
Su lectura de la “Tercera” de Mendelssohn llenó el auditorio de brumas escocesas pasadas por la sosería y frialdad centroeuropea, con tempos rápidos en el primer movimiento y en el adagio central. Fue una interpretación más, sin nada especial, como tampoco la de ese “Bolero” que los abonados de Ibermúsica tan bien recuerdan de cuando la venganza madrileña de la Filarmónica de Viena a Maazel. Es más, casi se desmanda en el acelerado ritmo que impuso en su final y que redujo la duración de la partitura desde los dieciséis o diecisiete minutos habituales hasta apenas catorce.
Welser-Möst, quizá consciente de que lo mejor que queda en la agrupación es la cuerda, concedió como propina el tiempo central del “Concierto en re” de Stravinski, autor de quien también se había tocado, un tanto fuera de su ambiente adecuado, “Agon”. Gonzalo Alonso

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