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Por Publicado el: 03/06/2023Categorías: Diálogos de besugos

Comentarios en la prensa: Il turco in Italia en el Teatro Real

IL TURCO IN ITALIA (G. ROSSINI)

Libreto: Felice Romani. Director musical: Giacomo Sagripanti. Director de escena y vestuario: Laurent Pelly. Escenografía: Chantal Thomas. Iluminación: Joël Adams. Reparto: Alex Esposito, Sara Blanch, Misha Kiria, Edgardo Rocha, Florian Sempey, Paola Gardina, Pablo García López. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. 31 de mayo, Teatro Real, Madrid

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Escena de Il turco in italia en el Teatro Real (c) Javier del Real

ABC 01/06/23

Rossini, en el taller de vaciados

Visto en toda su amplitud, el trabajo teatral de Laurent Pelly destaca por su decidida (y muy sana) irreverencia. […] se esperaba con verdadera expectación la nueva producción de ‘Il turco in Italia’ estrenada ayer en el Teatro Real.

[…] hay que reseñar el éxito deslumbrante de la sesión, el triunfo de tantas almas que, vacías de vida, convirtieron la obra de Rossini en un dibujo tan perfilado como definitivamente desteñido. Pelly en la escena, Giacomo Sagripanti ante la orquesta y Sara Blanch en el papel protagonista (como cabeza de cartel) compartieron una misma intención, aunque sus caminos fueran diversos. En el caso de la soprano catalana […], porque se trata de una cantante formidable, segura, limpia, fresca, apabullante en su aria ‘Squallida veste e bruna’ y, algo menos, en el duetto ‘Per piacere alla signora’, donde se hizo muy evidente que la ligereza de la voz y la blandura del gesto juegan en contra de un rol que puede tener otra carne, más perverso y manipulador.

Asoman en este ‘turco’ las costuras de una dramaturgia que ya en origen es renqueante, muy a pesar de sus admiradores. […] Pelly consigue lo mejor cuando asoma el sarcasmo y hace del exceso algo evidente […]; del mismo modo que la dificultad de moldear la obra se note en lo artificioso del conjunto, en la pose, incluyendo la afectada banalización del movimiento al ritmo de la música, o la trama superpuesta en formato de fotonovela a añadir sobre los distintos planos que mueven la propia obra en origen.

La queja es de índole sustancial y afecta también a Sagripanti cuya finura en el acompañamiento, el logro de momentos muy bien conjuntados, destila una trivialidad prodigiosa […]. En definitiva, que en algún momento se consiga romper el yeso de una producción que pesa demasiado. Alberto González Lapuente

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Escena de Il turco in Italia en el Teatro Real (c) Javier del Real

EL MUNDO 01/06/2023

El Real estrena una de las óperas menos conocidas de Rossini

De introducción a Rossini puede calificarse esta deliciosa obra, muy bien servida por la producción del Teatro Real. Rossini, operista por antonomasia, se expone a ser mal comprendido; la facundia y ligereza de su música nada tienen de simple ni de facilón, y hay que perdonar a sus criaturas el que sean más figuras que personajes, mientras sentimientos y emociones se tratan como licores abstractos. Esta joya recuerda que en el repertorio del maestro se esconden otras perlas preciosas por descubrir.

Aquí trata con feliz facundia una trama y un punto de vista que pone en solfa la trama convencional. El libretista Romani saca todo el partido que su genial idea esconde, nada menos que introducir un poeta, encarnado por un gracioso Florian Sempey, que participa en la acción para transformarla a su antojo. Es la fidelidad el punto a debatir, un coloquio que la impaciencia de la esposa casada con un varón talludo resuelve de un plumazo: «No hay mayor locura que dedicarse a un solo objeto, el placer de cada día se ahoga en la rutina del aburrimiento, la abeja, la brisa y el río no se contentan con una única flor, un genio voluble que yo comparto», expone Fiorilla con jubiloso desparpajo, aunque luego el final feliz coincida con la reconciliación conyugal.

Las dos mujeres, la italiana Fiorilla y la turca Zaida, soprano y mezzo, se enfrentan en un divertido combate erótico para repartirse a los enamorados, ambos en la tesitura grave. El turco Selim y el italiano Geronio, mientras el tenor Narciso, un excelente Edgardo Rocha, merodea sin alcanzar migaja alguna del favor femenino.

Giacomo Sagripanti comunica a la orquesta su entusiasmo por una partitura, cuyas sutiles bellezas poco tienen de intrincadas, del mismo modo que el amplio reparto se enseñorea y regodea en unos papeles vocalmente exigentes cantados e interpretados con maestría. Sara Blanch comunica a la sensual Fiorilla todos el garbo, la intensidad y la riqueza de contrastes que el núcleo del relato requiere: la revelación de la noche. Paola Gardina es una resuelta Zaida que sabe que el turco regresará a Turquía con ella. Mischa Kiria es un encantador marido cornudo y el ímpetuoso Selim de Alex Esposito vivaquea sobre su efímera conquista mientras dura. Magnífico el coro y los figurantes, sin olvidar a Pablo García López en su breve cometido.

La fértil imaginación de Laurent Pelly sitúa la humorada en relación con la imaginería de las fotonovelas que proliferaron después de la Segunda Guerra Mundial, introduciendo en las angustias sentimentales del folletín una fantasía con ropaje oriental; el jeque de Arabia y la favorita del sultán alternan con el marino de blanco uniforme y la burguesita de clase media. En este caso, la broma se impone sobre el sentimentalismo. Una brillante idea que funciona perfectamente.

El espectador recibió agradecido el regalo del Teatro Real en este último tramo de una primavera de lluviosas zozobras políticas. Álvaro del Amo

Escena-de-Il-Turco-in-Italia-c-Javier-del-Real

Escena de Il Turco in Italia (c) Javier del Real

LA RAZÓN 01/06/2023

No es de las más frecuentadas esta larga ópera rossiniana. En Madrid no se representaba desde 1990. Fue en el Teatro de la Zarzuela bajo la dirección de Alberto Zedda. En esta ocasión ha tomado el mando musical ya que no la batuta propiamente dicha, el joven Giacomo Sagripanti, un animado, restallante, brioso y decidido director, capaz de conjuntar y de apoyar a las voces con soltura y energía. A veces demasiada. Desde la fulgurante obertura (utilizada por Rossini también en “Sigismondo” y en Otello”) supimos que la representación discurriría por buenos cauces. Con la colaboración de los muy aplicados Coro y Orquesta del coliseo.

Y así fue, aunque echáramos de menos de vez en cuando una mayor claridad de planos y una más apreciable calidad de timbres, bien que el estilo del maestro casar adecuadamente con el discurrir de esta típica comedia de enredo, movediza, rica en “travestimenti” y en equívocos varios. Una buena pieza para un director escénico con cosas que decir; como sin duda lo es el francés Laurent Pelly, de quien hay que recordar su estupenda “La fille du Régiment “de Donizetti. En esta coproducción con las Óperas de Lyon y de Tokio, que traslada -una solución fácil para cualquier regista y para cualquier ópera, como estamos cansados de ver- la acción a los años sesenta o setenta del siglo XX, lo organiza todo en torno al mundo de las fotonovelas románticas.

El telón, con la efigie de dos enamorados, que es una portada de revista italiana de la época, preside la acción en determinados momentos. Hay continuos movimientos, idas y venidas, proyecciones de diálogos, fotos, marcos que suben y bajan para recuadrar y resaltar personajes y acciones. Todo a la velocidad de la luz con el fin de otorgar dinamismo a la escena. Lo que se consigue… hasta cierto punto. No importa mucho la ubicación temporal ni el cambio de lugares, pues no se transgrede realmente nada de lo que sucede en el original. Aunque pueden chocar ciertas acciones por su falta de encaje.

El movimiento, muy ajustado, la dirección de actores y la acentuación corporal jugaron a favor de la anécdota y su discurrir, con escasos puntos muertos y una actuación muy estudiada de cada personaje. Aunque, la verdad, tanto movimiento acabe por fatigar. Pese a lo que podríamos considerar una buena prestación vocal, muy unida a la orquestal. Brilló por encima de todos la soprano lírico-ligera sara Blanch, una Fiorilla bien vista y actuada; y cantada. A la voz le falta un poco de sustancia en centro y graves, un punto de brillo si se quiere, pero en la octava superior espejea, vibra y se mueve con gran soltura y libertad, estupendamente emitida. Ningún problema en la coloratura ni en la zona aguda y sobreaguda. Muy justamente aplaudida.

Bien, con satinado timbre de mezzo lírica, Paola Gardina como Zaida. Alex Esposito, bajo-barítono de penumbroso timbre y vibrato algo excesivo, pero buen caricato y resuelto fraseador, hizo un Selim más que cumplidor, con algún que otro indeseado cambio de color en la zona alta. Muy bien actuado y dicho, con timbre un tanto desleído el bajo Misha Kiria, que dio, en la parte de Don Geronio, un curso de bien decir y mostró una notable capacidad para el silabeo a toda mecha en su aria del acto segundo. Timbrado, algo tremolante y oscuro, el barítono Florian Sempey en el papel de Poeta -que es el que va urdiendo la improbable trama- y flojito como Don Narciso el tenor Edgardo Rocha, blanquecino y limitado, aunque delineó con gusto su aria. Citemos por último al tenor ligero Pablo García-López en el breve cometido de Albazar: dispuesto, ágil vocal y físicamente. Arturo Reverter

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