Suscribirse a la Newsletter de Beckmesser

¡No te pierdas ninguna noticia!

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Busca las entradas de cada mes

Últimas 20 entradas

Últimos tuits de Beckmesser

Pappano en ibermúsica
Traviata en Valencia
Por Publicado el: 16/04/2010Categorías: Crítica

Plácido Domingo reaparece en la Scala

Plácido Domingo resucita vocalmente en La Scala
“Simon Boccanegra” de Verdi. P.Domingo, F. Furlanetto, M. Cavalleti, E. Parianello, A. Harteros, F. Sartori. Orquesta y Coro del Teatro alla Scala. F. Tiezzi, director de escena. D. Barenboim, director musical. Teatro alla Scala. Milan, 16 de abril

“Simon Boccanegra” es sin duda una de las óperas más bellas e interesantes de Verdi, pero también ha sido una de las más difíciles para el gran público y de ahí que, como sucede con Macbeth, Lombardi, Stiffelio, Don Carlo o Forza, existan dos versiones para el argumento de García Gutierrez: la de 1857 y la de 1881.
Median casi 25 años, serían los mismos que transcurren entre Prólogo y Primer Acto. El desarrollo del lenguaje verdiano es tremendo en esos años. La primera versión fracasó estrepitósamente porque el público no apreció el incipiente cambio de lenguaje. Verdi quiso dar una mayor presencia al elemento dramático a través de unos recitativos que casi son hablados. En la segunda versión pueden considerarse muchos aspectos: la revisión musical en sí y las mejoras introducidas así como la circunstancia cierta de haber sido un ensayo de cara a Otello. Se trataba de probar a Boito y resultó suficiente. Verdi introdujo una escena de gran contenido dramático, lo mejor de la obra, el final del primer acto en el Consejo. Eliminó reiteraciones enfáticas y partes que, como la cabaleta de la soprano tras una insulsa aria, se correspondían más con el pasado. Verdi empieza a enlazar con Wagner desde un estilo propio y muy italiano. Simon está muy próximo al Don Carlo -Simon y Fiesco heredan mucho de Felipe II y el Gran Inquisidor- pero también a Lohengrin y a Tristan y también a obras primerizas como «Ernani». Introduce un naturalismo en su obra -la presencia del mar es obsesiva- que culminará en Otello.
En su segundo Boccanegra profundizó y redondeó el personaje de Simón hasta pintar el retrato sonoro estereotipo de un dictador de vejez ablandada. La personalidad que se cree jefe por mandato divino, que en su crueldad se siente justo y cuya pesada soledad le hace sentir una cierta suerte de autoconmiseración. La partitura es un canto a la soledad del poder y a las acechanzas que siempre le rodean. El barítono Simon es el protagonista, pero no posee ni una sola aria, al contrario que el resto de los personajes. Su “particcella” es preciosa. Con un fuerte contenido teatral, mucho «parlato» y casi notas extremas, es un bombón para cualquier artista, una oportunidad única para un cantante actor (Leonard Warren) o un actor-cantante (Tito Gobbi), como bien lo apreció Plácido Domingo hace quince años, deseando entonces que fuese el último gran papel de su carrera, aún consciente de la necesidad de oscurecer el color de la voz.
Estrenó el papel en Berlín con los mismos directores de escena y orquesta y repitió en Nueva York con del Monaco y Levine. Se presenta ahora en la Scala tras un susto afortunadamente superado que, obviamente, redobla expectativas y cariño, con el respeto de un público que no está por la letra pequeña sino por admitir el reto que se impone el tenor. A Domingo  le funciona muy bien Simón desde una perspectiva multimedia, con audio y video, y no tan bien si sólo se dispone del audio. Es lógico, puesto que las características intrínsecas de la partitura baritonal pueden superarse escénicamente y Domingo, artista donde los haya, lo consigue. Ni en monólogos, ni en los dúos con la soprano perjudica de forma importante la diferencia de color y registro entre barítono y tenor e incluso la mayor ligereza de Plácido Boccanegra puede servir para realzar el contraste de sus dos dúos con el bajo  especialmente si éste, como Furlanetto, no es un bajo profundo.  El problema se hace más patente cuando Simón y el tenor Adorno cantan juntos, concretamente en el trío del acto segundo, por mucho que la voz de Fabio Sartori sea bastante lírica.  Hay que descubriese ante el milagro Domingo a los casi setenta años al escuchar, en momentos como el potente y central «Vo gridando amor» de la escena del Consejo, una voz aún fresca y un fiato sin más mermas que las lógicas tras una operación. Como puede suponerse llega lo mejor al final, con una agonía del Doge musical y artísticamente admirable.
Anja Harteros en una de las sopranos más interesante de la actualidad, sabe cantar y posee un timbre tan bello como atractivo. Una excepcional Amelia justamente aclamada. Ferruccio Furlanetto compone un solvente Fiescoy otro tanto Sartori como Gabriele, pero no logra hechar el teatro añojo como hacían Domingo o Carreras tras su aria.  La orquesta de la Scala ha perdido con la inexistencia de titular y éste tampoco es el repertorio más idóneo para Barenboim, que sin embargo sale airoso de la prueba, aunque lejos de lo logrado por el vitalista Levine en el Metropolitan y con bastantes «buh» e incluso algún insulto. Sus tempos lentos y cocepto germánico resultan discutibles.No pasa de rutinaria la producción dirigida por Federico Tiezzi, sobre todo recordando el maravilloso antecedente de Strehler y a pesar de los cambios introducidos sobre la original berlinesa inicialmente prevista. Hay fallos de iluminación y un molesto y enorme espejo al final, pero poco importa porque el público -salvo cuatro locos puristaas disidentes- está por lo que había que estar, por el tenor madrileño y, por cierto, entre éste se encuentran el citado José Carreras y el consejero delegado del Banco Santander. Gonzalo Alonso

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

banner-calendario-conciertos

calendario operístico 2023