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Por Publicado el: 22/05/2012Categorías: Crítica

“RIENZI” RESUCITA CON BUENAS VOCES

“RIENZI” RESUCITA CON BUENAS VOCES

Temporada del Teatro Real
WAGNER: Rienzi. Andreas Schager, Anja Kampe, Claudia Mahnke, Stephen Milling, James Rutherford, Friedemann Röhlig, Marta Mathéu. Coro Philharmonia, Viena. Coro y Orquesta del Teatro Real (Coro Intermezzo, Orq. Sinfónica de Madrid). Dir.: Alejo Pérez. Teatro Real, 21 de mayo de 2012.
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La tercera ópera de Wagner, gestada entre 1838 y 1840 por un músico de 25-27 años, ostenta el perenne sambenito de su filiación al talante de la ‘grand opera’ de Meyerbeer, pero, como certeramente analiza Gabriel Menéndez Torrellas en el programa del Teatro Real, la obra debe más al hoy olvidado Gaspare Spontini que al autor de “Los Hugonotes”. La curiosa política de escenificar cantatas (“Persephone” de Stravinsky esta misma campaña) y dar óperas en versión de concierto, ha traído en el este último formato al “Rienzi” del compositor, en una versión ligeramente cortada, con algo más de 3 horas de música. La fascinación de Wagner por Italia es un elemento recurrente en su vida –recordemos que va a morir en Venecia en 1883- y en su obra: su segunda ópera juvenil, “La prohibición de amar”, transcurre en Palermo; “Rienzi”, en Roma; y la misma Roma es presencia, distante y ominosa, del “Tannhäuser” posterior.
Pese a toda su supuesta carencia de “wagnerianidad”, “Rienzi” es, como todas las óperas del de Leipzig, obra de director y requiere una no sólo experta batuta, también inspirada y con sentido de la grandeza. Los grandes wagnerianos, con la excepción de Sawallisch, han pasado a tope de la partitura, que sólo ha concitado el interés de los llamados wagnerianos menores, a los que, por cierto, se debería prestar más atención retroactiva de la que en vida tuvieron: Hollreiser, Wallberg, Heger o Suitner. El bonaerense Alejo Pérez es la gran baza de Gerard Mortier para los embolados llamativos, como los homenajes a Cristóbal Halffter en 2010 o a Luis de Pablo en 2011; también se encargará en julio de poner en pie el “Ainadamar” de Osvaldo Golijov. En este “Rienzi” del Real, Pérez optó, no por “wagnerizar” la pieza, sino por irse al más puro estilo Meyerbeer; su dirección fue esforzada y poco más en la primera parte, pero tomó vuelo en los dos últimos actos, especialmente el contenidamente dramático IV, desde la introducción con el tono siniestro el contrafagot hasta el grave y circunspecto coro de la excomunión del protagonista. Como curiosidad, nada más acabar la primera parte, el primer “¡Bravo!”, un segundo después del último acorde, lo profirió el señor Mortier. Eso se llama respaldar lo propio…
El Wagner que ha de venir se atisba en pasajes como ese coro del Acto IV, el del Acto II que anticipa los de “Lohengrin” o la fiesta de ese mismo acto, por donde gravita la “entrada de los invitados” del citado “Tannhäuser”. Las exigencias vocales son enormes, propias ya del autor inmediato, y “Rienzi” ha sido patrimonio de algunos de los grandes tenores en la materia, Windgassen anteayer y Kollo ayer. El austríaco Andreas Schager lidió la nada sencilla ‘particella’ con energía, voluntad y bastante buen gusto, aunque llegó cansado al final de la obra y su más célebre pasaje, la “Plegaria” del protagonista, le pasó factura. Algo similar le sucedió a la germana Anja Kampe, valiente traductora de la canoramente despiadada parte de “Irene”, pero que en los últimos minutos propendió al grito. La gran triunfadora de la noche fue la mezzo Claudia Mahnke, que exhibió una generalmente buena dicción, facilidad para el agudo y vibrantes sentido dramático en su “Adriano”. Excelentes los habituales de Bayreuth Stephen Milling (“Colonna”), James Rutherford (“Orsini”) y Friedemann Röhlig (“Orvieto”), y muy bien la tarraconense Marta Matheu en su hermoso cometido de “Mensajera de la paz”. Los dos coros, con algún leve despiste, funcionaron con precisión y justeza –el Coro Intermezzo y su director Máspero nos tienen habituados a ello- y la Sinfónica de Madrid, siempre gran activo del teatro, tuvo una actuación casi impecable, con instantes de gran belleza instrumental. Valió la pena rescatar a “Rienzi” aunque haya sido en concierto. José Luis Pérez de Arteaga

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