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Por Publicado el: 04/06/2013Categorías: Crítica

Wozzeck, sinfonismo vocal con escena alicorta e incomprensible

Temporada del Real

Wozzeck, sinfonismo vocal con escena alicorta e incomprensible

“Wozzeck” de Alban Berg. Simon Keenlyside, Nadja Michael, Gerhard Siegel, Franz Hawlata, Roder Padullés, Katarina Bradic, Scott Wilde, Tomeu Bibiloni, Francisco Vas, Antonio Magno, Enrique Lacárcel, Álvaro Vallejo, Lorenzo Bini Bicchierai (niño). Director musical: Sylvain Cambreling. Director de escena: Christoph Marthaler. Escenógrafa y figurinista: Anna Viebrock. Producción de la Ópera de París. Teatro Real. Madrid, 3-VI-2013.

Con 242 entradas sin vender cinco minutos antes de comenzar la representación y cuatro minutos de aplausos se cerró el balance numérico de la producción de “Wozzeck” que Mortier ha importado de la Ópera de París, donde se exhibió durante su mandato.

Christoph Marthaler recurre  a un escenario único para reflejar los tres actos con quince escenas de partitura y libreto. Delante de un enorme decorado tipo fábrica, que ni se ve ni se utiliza en momento alguno, sitúa una enorme caseta de feria, de las que se ponen en los pueblos en fiestas. En su interior transcurre todo. Se va desarrollando la acción con un pésimo criterio luminotécnico. Obviamente no queda reflejada toda la sordidez de la historia. No se aprecia la presión que hace enloquecer a Wozzeck, ni el papel del ejército y la medicina en su sociedad, nada de nada. Todo queda reducido a una simple idea: Wozzeck eloquece y asesina a una mujer. Sólo violencia de género, cuando en la obra hay mucho más. El final no produce ningún sentimiento sobrecogedor, lejos de otras propuestas escénicas, como la misma de José Carlos Plaza en el teatro de la Zarzuela hace años. La producción no aporta nada, el espectador que no conociese “Wozzeck” no habrá entendido casi nada y seguirá sin conocerlo. Quien lo conoce habrá echado de menos toda su sustancia.

Menos mal que Sylvain Cambreling conoce la partitura y cuenta con una orquesta que se muestra a nivel excelente y de la que extrae una potencia inusitada en el gran crescendo poco antes de los hechos sangrientos. El público siempre ama las grandes sonoridades y Cambreling las busca constantemente. Es una pena que se le escape algún lirismo.

Vocalmente también funciona. Simon Keenlyside es un gran artista más que cantante, que suple la escasez de contundencia con la matización en el fraseo. A la soprano Nadja Michael le sobra algo de lo que justo le falta al barítono, el exceso de volumen que roza el grito. Formidable Gerhard Siegel en su valiente exposición en las altas tesituras sin recurrir a truco alguno. Muy bien el resto: Jon Villars, Franz Hawlata, etc.

En definitiva, una propuesta escénica fallida y un resultado sinfónico-vocal de altura. La pregunta es, sobre todo también tras el recital de Pollini, ¿el Real es un teatro de ópera o una sala sinfónica? Algo falla en cuanto escénicamente propone. Gonzalo Alonso

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