Tras el escándalo que se montó en el Mitridate con el que empezó la temporada a causa de la imposibilidad de que algunos espectadores pudiesen ver a los solistas en la versión de concierto, el Real tomó buena nota y ha ejercido capacidad de reflejos. Se revisaron una a una las butacas problemáticas y, uno a uno, se llamó a los compradores de ellas para la «Helena egipciaca» a fin de rebajarles el precio pagado e incluso devilverles la totalidad si lo deseaban.

Tras la cal, la arena. En cambio sigue sin entenderse cómo no se ha tomado nota de un aspecto tan criticado desde la época de Cambreleng. Nadie entiende que los responsables del teatro se sienten en medio de la platea y, si sucede algo, hayan de ir a buscarles a ella. Parece que no se recuerdan los apuros que pasó Cambreleng en cierta ocasión, que podría volver a plantearse cualquier día. Los responsables están en un palco en todos los teatros del mundo.

Tal y como anunciamos, finalmente cantó en Luisa Miller quien estaba advertido por si las moscas y sabía que tenía que estar listo el día 14. No quisimos dar el nombre, pero comprobarán que lo teníamos claro: Aquiles Machado. Como tenemos claro a cambio de qué, a pesar de que a un querido amigo se le haya querido engañar cuando lo preguntó a la dirección. Ese no es el camino, pues siempre hay múltiples vías para saber la verdad y todos los caminos llevan a Roma.

Y de Madrid al cielo… No, a Bilbao, que para algunos es lo mismo. Tenemos que efectuar una aclaración: Juan Angel Vela no cobrará 64.000 euros por programar ninguna representación del «Todo Verdi», sino por organizar eventos en torno a ellas. Esperamos con curiosidad a partir de ahora las críticas en El País de Luis Suñén a todas las representaciones de la ABAO.

Estos días ha saltado de nuevo la noticia, tal y cómo sucedió hace un año, del fallecimiento de Giuseppe di Stefano. Afortunadamente parece que no es cierto. Pero nosotros nos preguntamos quién heredará una curiosa cinta magnetofónica que sabemos quien ha llegado a escucharla. En ella se refleja una noche de amor entre el tenor y una famosísima soprano ya en plena decadencia. El tenor presumía de haber grabado «aquello» y se la mostraba a los íntimos. ¡Quien la oyó canar y quién la oyó gemir! Sí señores, esta vida es así de lamnetable. Podrían invitar al tenor a Salsa Rosa o Dónde estás corazón.